Por fin hemos podido subirnos al nuevo Suzuki Jimny, todo un icono mundial de la automoción y un especialista nato en practicidad en entornos complicados donde otros coches tendrían más remedio que darse media vuelta y buscar una ruta más asequible.
Con más de 2.850.000 unidades vendidas del Suzuki Jimny en 194 países desde 1970, el Jimny es uno de esos coches que necesita el mercado. Quizá la moda de los SUV haya convencido a la sociedad, pero aún queda un pequeño reducto en el que coches como este pequeño 4x4 siguen siendo un auténtico éxito.
Llamativo, con mucho encanto y fiel a sus raíces. El Suzuki Jimny se ha renovado no para quedarse, sino para reinar en un segmento en el que está prácticamente solo, por no decir solo del todo. Tan bien está yéndole en estas primeras semanas de vida a la nueva generación del Jimny que en Suzuki están totalmente desbordados por la demanda.
Los guiños a los casi 50 años de historia del Suzuki Jimny los encontramos en unos gestos muy marcados en los pasos de rueda, las ventanillas traseras cuadradas, las proporciones tipo Minecraft y un frontal con una parrilla de forma trapezoidal que enmarca cinco entradas de aire verticales. Pero no queda ahí, porque para esta reencarnación de 2018 el Jimny recupera incluso un techo que incorpora vierteaguas.
Exteriormente las medidas del nuevo Suzuki Jimny apenas han variado en términos absolutos, pero sí hay un cambio significativo en cómo se reparten. El nuevo Jimny es 50 mm más corto (3.645 mm) gracias a unos paragolpes menos voluminosos, manteniendo la misma distancia entre ejes de 2.250 mm que la generación saliente. Esto quiere decir que sus ángulos de entrada y salida son aún mejores ahora.
La altura es prácticamente la misma con 5 mm más (1.720 mm) mientras que la carrocería se ha ensanchado hasta los 1.645 mm (+45 mm) para favorecer la habitabilidad y el ancho de vías en 40 mm más tanto en el eje anterior como en el posterior. Además las líneas cuadradas del techo ofrecen una parte superior del habitáculo mucho más amable con los ocupantes al ofrecer un espacio interior más amplio a la desde la altura de los hombros hasta el techo.
Al pasar al interior y sentarnos en el Suzuki Jimny nos damos cuenta que la misma filosofía seguida en el exterior se mantiene en el interior. Es simple, de aspecto robusto y con una ausencia casi total de superficies acolchadas más allá de la moqueta que cubre el suelo. Su misión es ser resistente con el paso del tiempo y limpiarse con facilidad, así que cumple con lo esperado.
En el habitáculo encontramos un buen maridaje entre esta simpleza de materiales con un ensamblaje robusto y un lenguaje elegante. El volante multifunción y la pantalla digital del sistema de infoentretenimiento para las versiones superiores conjugan bien con el cuadro de mandos de doble esfera analógica en marcos rectangulares (otro guiño al pasado) y, entre ellos, una pantalla digital para el ordenador de abordo.
Los mandos son compartidos con otros coches de la familia y su tacto es agradable. No hay grandes alardes más allá de la pantalla digital en la zona superior cuyo funcionamiento, como ocurre últimamente en Suzuki, requiere de un proceso de adaptación. No es el caso de la palanca de selección de modos para la transmisión (2H, 4H y 4L) que retoma el mando físico en lugar del botón.
La compacidad exterior también cala en el habitáculo. El puesto de conducción es como el de un coche compacto, pero llevado un poco más allá. El volante es pequeño, algo que se agradece a la hora de ir de un extremo a otro de los topes de dirección mientras que los pedales quizá estén demasiado próximos entre ellos.
Mientras tanto en la parte trasera el maletero al que accedemos a través del portón es casi inexistente con la segunda fila de asientos desplegada. Cuando plegamos los asientos el volumen del espacio de carga se eleva hasta 377 litros, 53 más que antes ya que se han aprovechado mejor los laterales y, además, con un espacio de carga totalmente plano, nivelado con un pequeño doble fondo en la parte más próxima a la puerta.
Una vez nos hemos familiarizado con el interior giramos la llave de contacto y el Jimny nos saluda con un tenue ronroneo. El motor K15B de 1.5 litros atmosférico de 102 CV y 130 Nm no sólo mejora las cifras de entrega (antes 85 CV y 110 Nm), sino que también recorta sensiblemente las emisiones. De hecho homologa 154 g/km de CO₂ frente a 162 g/km del anterior modelo en ciclo NEDC, dejando su impuesto de matriculación en 4,75%. Cuando se aplique el ciclo WLTP pasará al 9,75%.
La rumorosidad mecánica es realmente reducida con el motor al ralentí. Engranamos la primera velocidad y las sensaciones no tardan en aflorar. El recorrido entre extremos de la dirección es realmente amplio y a la hora de aparcar o hacer giros cerrados necesitaremos de un periodo de adaptación para acostumbrarnos a las maniobras.
Rodando entre calles con el resto de coches nos encontramos con un Jimny que se mueve bien a baja velocidad. Su suavidad y su pequeño tamaño facilitan el hecho de estar ante un coche un tanto desubicado, fuera de su medio natural, y es que cuanto más especializado es un modelo en un terreno tan complicado como el de los 4x4 corre el riesgo de convertirse en un coche peor sobre el asfalto.
Rodando entre calles con el resto de coches nos encontramos con un Jimny que se mueve bien a baja velocidad. Su suavidad y su pequeño tamaño facilitan el hecho de estar ante un coche un tanto desubicado, fuera de su medio natural, y es que cuanto más especializado es un modelo en un terreno tan complicado como el de los 4x4 corre el riesgo de convertirse en un coche peor sobre el asfalto.
Los recorridos de la suspensión, el balanceo de la carrocería o los desarrollos de la transmisión se perciben distintos, pero cobran todo el sentido del mundo cuando abandonamos lo negro y lo cambiamos por lo marrón. Si en autopistas no brillaba, el Suzuki Jimny se convierte en una supernova al conducir por terrenos donde otros coches encallarían.
En un paseo por el campo se muestra como un coche perfectamente resolutivo. No hay mayor problema en transitar por caminos en buen estado, de hecho el Jimny pide guerra y cuanto peor se pone el terreno por el que vamos a circular, mejor nos lo pasamos a sus mandos. Más obstáculos = Más diversión.
Con una altura libre de 210 mm y unos ángulos de 37º, 28º y 49º de ataque, ventral y salida respectivamente, el Suzuki Jimny puede atreverse sin ninguna modificación cualquier conductor por poco experimentado que sea podrá pasar sin despeinarse por lugares realmente complicados.
Por error, en una subida con una curva pronunciada a izquierdas en una ladera, atacamos el obstáculo sin conectar el 4x4 y aún así el pequeño todoterreno japonés logró subir. Las ruedas traseras patinaron bastante, pero la ligereza (menos de 1.100 kg) y la excelente motricidad del pequeño Jimny cumplieron con su cometido.
El chasis del nuevo Suzuki Jimny no es inédito, pero es aún mejor que antes. Su estructura sigue siendo escalonada de largueros pero se le ha dotado de una mayor rigidez torsional con la inclusión de barras cruzadas adicionales cerca de ambos ejes y otra más en forma de equis por detrás de la transmisión. La rigidez extra es para mejorar sus capacidades camperas mientras que para reforzar el confort se han incluido ocho silentblocks entre el bastidor y la carrocería. Y funciona, ¡vaya que si funciona!.
El Suzuki Jimny no es un coche barato en términos absolutos, pero sí es el 4x4 con chasis de largueros y reductora más barato del mercado. Los precios de tarifa iniciales del Suzuki Jimny arrancan en los 17.000 euros clavados del modelo básico en acabado JX, a los que habría que sumar 1.795 euros del acabado JLX y 3.820 euros si queremos saltar al acabado Mode3, el tope de gama. La transmisión automática sólo está disponible para el acabado JLX, y cuesta 1.765 euros más.
El perfil del comprador del Suzuki Jimny teóricamente debería ser un cliente con un alto porcentaje de uso en carreteras rotas o fuera del asfalto, profesionales de la agricultura o de trabajos forestales o aficionados a la conducción offroad. Su vocación como herramienta ha sabido ser entendida por Suzuki hasta el punto de ofrecer en el acabado JX más bajo de la gama, el menos equipado y más asequible, el enganche para remolque como elemento de serie. En los acabados JLX y Mode3 es opcional, pero se incluyen otros alardes como las llantas de aleación o el equipo multimedia con pantalla táctil.
Y es que el Suzuki Jimny no tiene una competencia directa en el mercado actual en España. Su concepto puramente todoterreno se fundamenta en ángulos 100% offroad, chasis escalonado de largueros, transmisión 4x4 con reductora y ejes rígidos cuya semejanza más próxima tendríamos que buscarla en un lejano Jeep Wrangler, mucho más grande, equipado y caro.
Si te posee el espíritu del Suzuki Jimny, quieres rememorar décadas pasadas en las que vivíamos más felices en los pueblos o si simplemente quieres disfrutar de la conducción fuera de carretera, vas a tener que esperar. Ahora mismo Suzuki está centrada en estabilizar su demanda interna y la producción está priorizando su mercado doméstico, por lo que esto está afectando al resto de países. En España si ordenas hoy un Suzuki Jimny se estima un plazo de entrega no garantizado de unos ocho meses.
Ahora bien, para desasosiego de muchos, Suzuki sí ha confirmado una última noticia: no habrá otras motorizaciones ni otras variantes de carrocería así que se acabaron las ilusiones para los que soñaban con un Jimny cinco puertas o descapotable.
FUENTE: www.motorpasion.com