Se quejan de un intercambio desigual por las "barreras no arancelarias"
El buscado acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y Japón concluyó el pasado fin de semana. El pacto entre ambas partes, que combina el bloque de 28 naciones y la tercera economía más grande del mundo, creará el área económica abierta más grande del mundo. Va a tener una importante incidencia en el sector del automóvil europeo puesto que eliminará los aranceles de un 10% sobre el valor del coche con los que la UE ha venido penalizando a los vehículos japoneses importados
Por tanto, las marcas japonesas ganarán en competitividad frente a sus rivales europeas al desaparecer el arancel de los modelos que importan desde su país. Pero incluso lo harán con los coches que producen en estados de la UE puesto que otra de las consecuencias del acuerdo es que la importación de piezas y componentes también quedará liberada de la tasa del 3%. Y en muchos casos llegaban a suponer más del 20% del contenido de los coches de firmas japonesas fabricados en Europa.
Las dos partes dejaron el acuerdo prácticamente cerrado en el mes de julio y ahora han aprobado el texto legal que los negociadores han consensuado, que debe abrir el comercio entre unas economías que representan alrededor del 30% de la producción mundial.
Particularmente satisfecho, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, declaró que Japón y la UE iban a construir una zona económica libre, basada en normas justas. Esto antes de que se confirmara que Japón eliminará los aranceles de alrededor de un 30% en los quesos y el 15% en los vinos, y permitirá que la UE aumente sus exportaciones de carne de cerdo y de vaca y acceda a grandes licitaciones públicas en Japón.
Por la parte europea, la comisaria de comercio Cecilia Malmstrom se mostraba satisfecha por el que considera como el mayor acuerdo comercial jamás negociado por la UE. Considera además que es una demostración de que se puede establecer una relación comercial basada en reglas globales.
En los últimos cinco meses, los negociadores trabajaron para estabilizar las tarifas en los servicios, la cooperación regulatoria y los medios para proteger las categorías de alimentos y bebidas, pero continúan las discusiones sobre el tema de la protección del inversionista. Japón se ha mostrado reacio a adoptar el sistema que la UE ha ideado. La idea es que se llegue a un acuerdo a primeros del año próximo para que el tratado se pueda aprobar por los diferentes Estados miembros.
Sin embargo, el sector del automóvil se siente perjudicado, utilizado como moneda de cambio por los negociadores para conseguir acuerdos sobre otros productos, en particular los agrícolas y los farmacéuticos. Como ya ocurrió con el acuerdo de libre comercio con Corea del Sur de 2010.
La UE exportó a Japón en 2016 279.000 vehículos por un valor de 7.300 millones de euros. En dirección contraria, salieron del país asiático 575.000 automóviles que supusieron una facturación de 9.000 millones de euros.
Al margen de este desequilibrio comercial, los fabricantes europeos se quejan de que siguen existiendo barreras no arancelarias que penalizan la venta de sus modelos.
Por parte nipona se responde que muchos fabricantes europeos, en particular los generalistas -es decir, los de gran volumen- no invierten lo suficiente para abrir el mercado. Cosa que puede ser verdad debido al alto coste que supone abrir nuevas redes de concesionarios. Pero también lo es que sus marcas tienen cautivo un 35% del mercado con los microcoches denominados kei cars que sólo producen ellos. Por tanto las posibilidades de competir de las marcas europeas se reducen a un 65% del total. Algo que sólo hacen bien las marcas premium, como Mercedes, BMW o Audi. De ahí que pese a enviar el doble de vehículos, los japoneses sólo facturen un 20% más.